El inicio de la agricultura se encuentra en el período Neolítico, cuando la economía de las sociedades humanas evolucionó desde la recolección, la caza y la pesca a la agricultura y la ganadería. Las primeras plantas cultivadas fueron el trigo y la cebada.
Sus orígenes se pierden en la prehistoria y su desarrollo se gestó en
varias culturas que la practicaron de forma independiente, como las que
surgieron en el denominado Crcecimiento fértil, las culturas precolombinas de América Central, la cultura desarrollada por los chinos al este de Asia, etc.
Se produce una transición, generalmente gradual, desde la economía
de caza y recolección a la agrícola. Las razones del desarrollo de la
agricultura pudieron ser debidas a cambios climáticos hacia
temperaturas más templadas; también pudieron deberse a la escasez de
caza o alimentos de recolección, o a la desertización de amplias
regiones. A pesar de sus ventajas, según algunos antropólogos,
la agricultura significó una reducción de la variedad en la dieta,
creando un cambio en la evolución de la especie humana hacia individuos
más vulnerables y dependientes de un enclave que sus predecesores.
La agricultura y la dedicación de las mujeres a una maternidad intensiva permitieron una mayor densidad de población
que la economía de caza y recolección por la disponibilidad de alimento
para un mayor número de individuos. Con la agricultura las sociedades
van sedentarizándose y la propiedad deja de ser un derecho sólo sobre
objetos móviles para trasladarse también a los bienes inmuebles, se
amplía la división del trabajo y surge una sociedad más compleja con
actividades artesanales y comerciales especializadas, los asentamientos
agrícolas y los conflictos por la interpretación de linderos de
propiedad dan origen a los primeros sistema jurídicos y
gubernamentales. La nueva situación de la mujer, recluida ahora a un
espacio doméstico, la excluye de la economía y de la vida social dando
origen al patriarcado.
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